Ejercicios de utopía

Luz María Bedoya. Ejercicios de Utopía
Curaduría de Francesca Lazzarini

La muerte de la utopía ha sido muchas veces considerada como la consecuencia inevitable del ocaso de las ideas totalitarias. Huérfano de las “grandes narraciones” que Jean-Francois Lyotard señala como las principales inspiraciones de las utopías revolucionarias, el hombre contemporáneo parece hoy incapaz de imaginar mundos nuevos que puedan trascender la realidad. En la antología de poesía Palabras Andantes (1998) el escritor uruguayo Eduardo Galeano propone una analogía entre el horizonte y la utopía: “Me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos. Camino diez pasos y el horizonte se mueve diez pasos más allá. Por más que yo camine, no la alcanzaré nunca. ¿Para qué sirve la utopía? Sirve justamente para eso: para caminar”.

Los videos de la artista peruana Luz María Bedoya exploran el espacio intersticial creado por este incesante proceder. En La Barra (2011) una figura femenina corre en el desierto trazando trayectorias aparentemente carentes de sentido. Su movimiento errático delinea los confines inciertos de una zona de indeterminación. Tal como el título sugiere, la escena no se desarrolla ni cerca ni lejos sino en el espacio que separa las dos categorías: la barra, justamente el símbolo que por naturaleza muestra el problema de la separación y de la superación de un confín. La ausencia de un lugar determinado, que confirma la utopía desde la etimología misma de la palabra, parece ser la causa del indefinido deambular de Dirección. Las imágenes muestran una secuencia de personas que, por las calles de Lima, indican con gestos la dirección a seguir. El punto de partida del viaje nunca es revelado ni sabemos cuál es la meta. Lo único cierto es la necesidad de un movimiento continuo que no limite el ejercicio de la búsqueda. Es en la creación de espacios con significados amplios que se articula toda la obra de Luz María Bedoya.

El video Muro (2002-2005) nace de una performance realizada por la artista en diferentes ciudades del mundo, consistente en llenar distintos huecos de las paredes urbanas con papeles estrujados. En cada papel se ha escrito una frase que ha sido compuesta mezclando idiomas diferentes pero con una musicalidad y una estructura gramatical creíbles. La acción está destinada a no lograr nunca fines positivos: en caso sean encontrados, estos “mensajes en botella” en versión metropolitana no podrían, en todo caso, ser descifrados. A pesar de ello, el gesto se repite para subrayar que lo que cuenta no es confirmar certezas sino más bien crear interrogantes. ¿Qué podría pensar quien encontrara uno de esos mensajes? Asimismo, en el video El Paracaidista (2003), el éxito de las comunicación es incierto, pues depende del accionar de un pincel que, sumergido en el agua, escribe sobre una superficie de papel. La lectura es difícil y es posible solamente en un espacio transitorio: apoyadas en la hoja, las huellas de agua se disuelven dejando el tiempo justo para memorizar las letras aparecidas durante pocos segundos. En las imágenes se construyen lentamente descripciones de escenas de películas y libros, de obras de arte que hablan de pequeños y grandes actos de transformación: Jorge Luis Borges quien, moviendo un poco de arena en el desierto, dice: “estoy transformando el Sahara”; Francis Alys, que empuja un cubo de hielo por las calles de Ciudad de México hasta que se disuelve; Marina Abramovic, que grita hasta quedar sin voz en la performance “Freeing out the voice”; la frase de un músico criollo, Óscar Avilés, para quien “las notas más importantes no son aquellas que se tocan sino aquellas que no se tocan”; o la última escena de la película “Underground” de Emir Kusturica, donde la porción de tierra sobre la cual la familia está bailando se desprende del continente y de la ex Yugoslavia. El video de Bedoya parte de una instalación más amplia y, presentado por primera vez en forma individual, juega con el concepto de lo transitorio, puntualizando cómo las grande transformaciones puedan nacer también de gestos mínimos y solitarios.

A pesar de la fuerza con la cual la realidad actual se autoafirma como la única posible, una vez abandonada la forma grandiosa y visionaria de un tiempo, la utopía encuentra nuevas formas de existencia. Los videos de Luz María Bedoya no proponen modelos alternativos de utopías definidas, por el contrario, abren espacios de indeterminación, de nuevas contradicciones, ambigüedades y dudas. Quién sabe, es en espacios como estos donde hoy es posible practicar nuevas formas de utopías.